domingo, 15 de agosto de 2010

RICHARD FEYNMAN CONTEMPLA UN JARDÍN JAPONÉS


Tokio, 1951.

Dejad los cálculos un momento,
dejad de mirar el corazón de los átomos.
¿De dónde vienen los colores de la flores?
¿Electrón o fotón?

Reiteradas veces yo digo:
una sonrisa puede llevarte a sitios insospechados.
No es ridículo contemplar una flor,
lo han dicho los poetas.

Dejad de entender el movimiento de los líquidos,
dejad de buscar las leyes de la naturaleza.
La prisa solo puede ser señal de algo muy seguro,
de angustia.

Puede decirnos mucho la delicadeza de un crisantemo,
puede decirnos mucho sobre las bifurcaciones
y sobre el alma de un país.
Pueden parecer ramas eléctricas las extensiones del cerezo
cuando el ser humano se compara al ciprés,
o mejor, buscar una teoría de la velocidad,
de la velocidad con la que crecen las hojas.

Solo la flora insular
solo la flora insular es suprema de sí misma.
Podría mirar indefinidamente todas la flores de la tierra,
podría tener en la punta de un dedo todos los árboles de la tierra.
¿Podría haber algo más testarudo
que tener en un dedo todos los arboles de la tierra?

¿Electrón o fotón?
Dejad los cálculos un momento,
dejad de mirar el corazón de los átomos.