Cuando el
cielo sea rojo,
insólito y
desacelerado,
Tu mente de
cálculo y estrellas
habrá tallado
surcos de miel
y cubierto las
grietas que ansiaban
trasladarme a
otros azares.
Luego me
sostendría aquí
junto a mis torturas
y esperanzas
donde todo
precipicio
fuese menos
que mortal.
Vería lanzarse
Un puente en
la indigencia
para irse como
cruz.
Y tú, tal vez,
caída sobre sueños
Con tus venas
de zafiro y cáscara
te prenderías
en mí
como uña de
jazmín y lana.
Cuando el
cielo sea rojo,
insólito y
desacelerado,
Me gustaría
preguntar
por tu lealtad
de hierro
en una tarde
de agónica espera.
y cuando la
demencia
no abandone mi
corazón
juraré lanzar al
Tártaro
lo evanesencente,
y sublimar con
ira de espuma
tu púrpura
alevosía.
Cuando el
cielo sea rojo,
insólito y
desacelerado:
¿escucharás mi
llamado con el estallido
o moverás tus
dedos como péndulos?
En la curvatura
del firmamento,
lo confieso, permanecería
aferrándome al
retorno,
al retorno vehemente
de tu afecto,
a la sustancia
y la promesa,
a la
perturbación de tu mirada.
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