breve travesía en Bogotá *
Maestro dije: ¿es largo el
camino?
Y el sonrió, siguió
caminando como un joven acróbata,
Yo le contaba sobre mis
agudos insomnios,
Le decía que tal vez la
palabra no importe,
Él caminaba escuchando
las brisas andinas,
Hombres lentos, máquinas apuradas y una tarde encendida.
Las cumbres verdosas
miraban nuestro paso.
Asombrados por el aire
distinto.
La gota horada la roca,
no por su fuerza sino por su constancia.
En medio del trayecto nos
vimos perdidos,
entre contrucciones
antiguas y edificios abiertos.
Ángeles oscuros, mujeres
rojas, hombres caÍdos por la embriaguez,
y un adolescente que se
acercó para atacar el aire que nos rodeaba.
Vi al sabio poeta
enfrentrarlo con una espada ficticia,
un acto que solo lo
cuentan los que han batido
a los violentos.
Toda creación empieza por
la destrucción.
De pronto estábamos fuera
de lo sórdido,
la figura litúrgica de Monserrate nos
iluminó.
Una travesía inesperada
para dos extranjeros que solo traían
Palabras en sus
bolsillos.
A veces cuando se
retrocede también se avanza.
Maestro; dije
Está calmada la tarde:
hay que escribir unos versos,
y él ya tenía unos
yámbicos que fue deslizando con su pluma.
* poema originado después de una caminata de una tarde en la ciudad de Bogotá, junto al gran poeta Marco Martos.
poema escrito en la imponente ciudad de Bogotá
ResponderEliminarComo te comentaba, podría pensarse en el maestro oriental con su discípulo al lado, el aprendiz, pero aquí yo casi te imagino como Dante con Virgilio.
ResponderEliminarMe gusta mucho el poema, deja algo en el lector.