Si estuvieras aquí, en mi silencio,
destruirías la soledad,
me rodearías
con tu cuerpo delgado
lleno de flores
y calor de montaña.
En la inmanencia me
entregarías un arcoíris.
En mi habitación, en
silencio, alucino que llegas
para regalarme tus
manos de madera.
Y te veo descalza andando
sobre la línea
del mar de una primavera
gris.
Sácame, te imploro, del ruido de las máquinas,
libérame de la corta estadía
de los desahuciados.
Qué agonía más dulce
es retenerte en mis retinas.
Solo digo las palabras
que se reflejan en la pared del sol,
palabras que anochecen
con la luna.
Estás aquí, estas
aquí, lo intuyo
porque me toca tu
imaginado timbre
que envuelve consonantes
en una piedra de miel.
(Medellín, Antioquia. Enero del 2015)
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