Ana,
en el domo de la evanescencia,
en
el tren donde partimos hacia el sur,
el
tiempo ató unas campanas.
Allí
hicimos círculos con nuestras manos
y
hablamos de nuestros antepasados
como
si alucináramos con grandes imperios.
En
Roma bebimos la tristeza
y
regamos café sobre las estrellas.
Andiamo, ragazzo, fratello,
andiamo a dare un giro,
escribiste
con gestos de lúdica emoción.
En
Milano nos despedimos,
una
melancólica expresión rompió el acero
Y
el llanto fue tanto como la estridencia
de
la sangre brotada sin dolor.
Ana,
en casa tantas voces me preguntan
si
volverás y yo pretendo formular una respuesta
Con
mi silencio.
Y
yo cada vez te veo tan cerca
peinándote
como niña entre el jardín.
* poema para mi hermana: Ana Fabián
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